viernes, 19 de noviembre de 2010

MI AMIGO “GRINGO” (Por Miguel Aranda)

En vista de que en este blog se han puesto desde comentarios curiosos hasta derrames de emoción, me veo en la imperiosa necesidad de arrojar mi alma a la pantalla. Por tal motivo debo empezar con algo sumamente significativo para mí… mi amigo “Gringo”.
Para empezar debo describir a aquella figura que acompaño mi niñez y mi adolescencia (y un cachito de mi adultez) era blanco con manchas entre café y caramelo por el cuerpo. La cara totalmente color marrón claro y un cuerpo que hasta yo envidiaba. Mi “Gringo” parecía que hubiera crecido a punta de esteroides… pero de los prohibidos.
La razón por la que es tan especial, o mejor dicho que lo fue porque ahora se encuentra a la diestra de Dios perro todo poderoso, es que era un chico fiel. Maldición, quería mas a mi vieja que yo mismo. Tenía una capacidad de ser leal que me sedujo de sacarlo a huevear con mis amigas, lastimosamente no pude hacerlo. Me enseño el valor de la amistad sin siquiera una palabra.
Este tipo era casi un genio, aprendió una serie de proezas cognitivas que me hacían estudiar más para que no quedarme atrás de él. Aprendió horarios, a cruzas pista con semáforo, a tocar la puerta para que le recogiéramos su plato de comida, a ser centinela de la jauría (porque en mis épocas de chiquititud tenia jauría), a robar pollos del mercado (eso era un arte que solo se aprende en Manzanilla) e incluso a cortejar hembras de la especie (para esto dedicare un párrafo entero). Su capacidad de aprender y asimilar el aprendizaje le daba aires de homínido y lo tratábamos como cualquier homo sapiens. Aun en su vejez permanecía lucido el desgraciado.
Pero la mejor de sus cualidades como ente individual era su capacidad para seducir, era un maestro en el arte del cortejo y el choque y fuga. Nunca se estableció y dejó hijos regados por todos lados (incluso aun veo una de ellas, igualita a su padre). No miento si digo que lo vi “levantarse” desde pequineses hasta rottweilers con solo unas palabras al oído y una caricias con beso incluido. Habían en las que la gente del barrio alucinaba que “Gringo” después del sexo se fumaba un cigarrillo y les decía que las amaba… siempre nos dio esa impresión. El mas gilero de todo el barrio, todos lo admirábamos y respetábamos. Desde los chicos como yo hasta los adultos como mi viejo, todos le daban espacio y le tenían un cariño digno de un ser humano.
Ahora llego a la parte más cursi de la historia, este amigo mío fue el único que nunca se aburrió de escucharme y llorar conmigo. Si señores, lloraba conmigo. El hacia lo que hacen los perros cuando están tristes cuando yo le contaba mis penas de amor, duelo o cualquier cosa que pudiera llevarme a la depresión. Nunca me dijo “no”, nunca me dijo “estoy ocupado” o “búscame mas tarde”. Siempre fue feliz escuchándome y yo contándole, solo se contentaba con la caricia en la cabeza y el abrazo de amigos.
Vivió muchos años, entre 14 o 15. Lo conocí desde niño. Lo vi nacer y morir. Vi sus achaques y sus accidentes. En los últimos 5 años de su vida perdió un ojo por culpa de un psicótico de mierda que lo golpeó con un palo en el ojo (espero que ahora este bien muerto y pudriéndose en el infierno), perdió la cola en un accidente con una moto loca (ese sujeto recibió la peor paliza de su vida ese día) y las muelas entre tanta peleas callejeras. Siempre fue un sobreviviente y aun con todo eso su vida sexual nunca decayó.
Murió entre un martes y un jueves creo que de junio, no lo recuerdo bien. No lo vi morir. Dicen que un día antes tuvo relaciones con una “callejera”, luego se recostó y comenzó a agonizar de a pocos hasta que se durmió eternamente. El día que murió fue hasta ahora el más triste de mi vida, tal vez nunca lo demostré pero me sentí abandonado y malagradecido con él, por no estar en su última morada. Ese día lloré mucho y al día siguiente también. Incluso al escribir estas líneas no puedo evitar conmoverme por todo lo que significa para mí. Aun creo que su recuerdo me puede llevar a botar unas lágrimas más. Pero se que en el lugar que este, estará “arriba del potro” porque así es la única forma que sabía de ser feliz, y la felicidad se la gano con creces. Ese fue mi amigo “Gringo”

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