lunes, 30 de agosto de 2010

Mi Gallito Feo... (Por Pedro)


Un viernes de agosto él murió... es complicado escribir sobre la partida (o simplemente cambio de materia) de un ser que, por más que no haya tenido razonamiento y no fuera consciente de su paso por este mundo, haya sido uno de los últimos recuerdos vivos sobre lo que fue la mejor experiencia humana que haya tenido jamás. Un recuerdo tangible,,
  animado, blanco y esponjoso, de uñas largas y afiladas, con tendencias misóginas, peinado que caía sobre su ojo izquierdo y, lo más importante, me hacía recordar no a Ella, sino lo curioso que puede ser la cursilería de un vínculo humano y más aunlo nutriente como para saber lo que te puede matar emocionalmente y ser resiliente ante ello (ya escribiré, a peticion de varias prsonas allegadas, sobre Ella). Llegó a mi vida el día de mi cumpleaños, en una caja de cartón y con la expresión más ridícula que haya visto en un animal. "Qué feo..." fue lo primero que pensé, mientras agradecía con un abrazo y un beso en los labios a Ella. Ella se percató de inmediato lo que pensaba y me puso el parche más adecuado para el momento: "Fué lo que me pediste para tu cumple"; "La concha de la lora, maldita boca mia" respondí en un susurro casi imperceptible. Ya estaba hecho, tenía un gallo asiático como mascota. Pasó el tiempo, ya me había hecho la idea de que ese gallo no es feo, sino que es poseedor de una belleza exótica. "Es un gallo asíatico, por eso es raro" me decía a mi mismo para darme motivos de no llevarlo a una feria o de simplemente verlo en un plato de tallarines rojos. Tan raro como su aspecto (que iba mejorando mientras dejaba ese color negro hollín y pasaba a un aspcto parecido al de un copo de nieve), era su nombre: Chuck Norris. Los dias seguían pasando, él aprendió las malas artes de patear a mujer que cruzara por su lado y de cantar horriblemente a cualquier hora del día. No faltó días en que quería donarlo a experimenos de laboratorio, pero preponderaba el cariño que le habia agarrado, me llagaba altamente los comentarios sobre la ropa que le hacía para poder sacarlo a pasear al parque frente a mi casa, mismo perrito pituco, por que era raro por eso era pituco, por eso es que lo quería, simplemente lo quería.


¿Alguna vez en sus infancias les llgó a sus manos "El Libro Secreto de los Gnomos"? yo tuve toda la colección, lo leía una y otra vez, me gustaba sus ilustraciones y en especial los "secretos" que revelaba sobre la vida de esos bichitos de mitología. Ya de grande, lo primero que recuerdo no son las ilustraciones o las palabras con letras grandes explicando cómo es que era la vida de los gnomos, sino sobre los mensajes que aprendí de ellas. De entre esas enseñanzas la que ahora retumba más en mi cabeza es: "Lo que le hagas a la naturaleza, ésta te la devolverá por mil"; esta frase es la más apropiada para adornar el congojo y la trizteza que siento al escribir estas líneas.

En la nueva casa que le había construido a mi gallo por encima de la mía, cohabitaban... miento, jodían un no pequeño grupo de pájaros, de esos que muchos poetas cursis e imbéciles escriben en nombre del amor. Estos animalitos simplemente subsistían robándose la comida y el agua de mi gallo. Bueno, es parte de su existencia, son animalitosal fin y al cabo, y quizás yo me comporté como alguno de ellos. Dos días antes de que mi gallo cayera enfermo, subí a cambiarle y agua y ponerle más alimento. Como siempre esas cucarachas con plumas estaba rondando la zona, simplemente esperando a que pusiera más comida para poder así hurtarla; en un acto de querer espantarlas alzo los brazos y doy algunas palmadas, las desgraciadas ya estaba habituadas a mi presencia, no les incomodaba en lo absoluto. El rostro se puso más oscuro que la noche y tomé una bandeja de plástico que por ahí estaba, la tiré contra ellos, todas volaron de inmediato... menos una, esa esta tirada en el piso, su cuello no estaba en una posición muy adecuada inclusive para un ave. Me acerqué a ella ya teniendo conciencia sobre lo que había hecho, pero aun albergaba cierta esperanza de que me haya equivocado. No lo hice. Estaba esa ave muerta con el cuello torcidoy botando sangre por el pico. Me qudé no se cuánto tiempo mirándola, no podía creer del todo que yo habia hecho eso, mi estómago empezó a retorcerse ante tal escena, ni siquiera las más lúgubres letras de Poe, que empecé a explorar en adolescencia, me hicieron sentir tan desolado y conmovido. Recogí el cadáver, mas no limpié la sangre, la quise dejar allí, como una ya muy conocida costumbre humana de masoquismo, al menos para nunca más repetir dicha escena.

Dos días despues mi gallo cae enfermo, bueno, ya se había enfermado antes y no había que preocuparme demasiado. Hice el mismo procedimiento que en la primera vez que se enfermó: lo cubrí con una manta, lo puse en una caja y lo llevé al veterinario. Me dicen que regrese en un par de días para ver los resultados de los análisis (claro, después de ponerme de cabeza hasta sacarme el último centavo). Regresé, la cara de gilipollas que tenia el veterinario no me gustó para nada."Es un problema gástrico, no está asimilando bien los alimentos y al parecer tiene una infección". ¿Al parecer? ¡maldición! Yo no he pagado para obtener como respuesta un "Al parecer...", quería saber qué cosa tenia mi galllo en realidad. Insistí en que me dijera algo más sobre su verdadero estado de salud, me arrepentí de insistir en eso: "Su estado de salud se ha deteriorado en muy poco tiempo, ayer se le practicó una intervención quirúrgica para tratar de arreglar su sistema digestivo, ahora solo queda ver como es que va a evolucionar".

"Lo que le hagas a la naturaleza, ésta te la devolverá por mil". Aun siendo ateo, esa frase que tenia grabada desde mi niñez, estaba dando vueltas en mi cabeza, mientras tomaba un café pasado sin azucar frente a la veterinaria. Tres días después él murió, un viernes cualquiera, curioso día de la semana... un viernes cualquiera tambien terminé con la única mujer a quien he amado. ¿Qué cosas no?

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